domingo, 6 de mayo de 2012

¿Eternamente Yolanda?


Esto no puede ser no más que una canción
quisiera fuera una declaración de amor,
romántica sin reparar en formas tales
que ponga freno a lo que siento ahora a raudales.

Este párrafo, endulzado por la voz de Pablo Milanes y Victor Manuel, ha sido la melodía que ha entrado en mi cerebro para despertarme esta mañana y suavizar la resaca de un viernes intenso. El vecino que haya puesto esta canción era totalmente ignorante de la malgama de emociones que estaba despertando dentro de mí. Automáticamente he visto a un Iván de catorce años enfrascado en un campamento por el pirineo navarro donde habíamos dormido a la intemperie. Dentro del saco escuchaba esta deliciosa canción en mi walkman mientras cerca dormía Yolanda.

Te amo,
te amo,
eternamente te amo.
Si me faltaras no voy a morirme,
si he de morirme quiero que sea contigo. 

Con doce años descubrí esta canción buceando entre los casetes de Serrat, Sabina o Víctor y Ana que guardaba mi tía. En un principio me llamo la atención por el título, pero desde que la escuche entera este se convirtió en mera escusa. Esa canción expresaba y ponía melodía a la mayor utopía que mi mente había construido. La música tiene un fuerte nexo de unión con la memoria y con las emociones asociadas a ese recuerdo. La actividad neuronal que se produce al escuchar una canción que conocemos se sitúa en el cortex prefrontal, justo por detrás de nuestra frente. Es este el centro del cerebro que más ligado esta a cualidades como la sensibilidad, la inteligencia humana general y la personalidad. Y además este centro tiene conexiones con el sistema límbico, que es el procesador que maneja nuestras emociones. Pues bien, hoy toda esta información teórica se ha puesto en práctica en mi mente durante todo el día al son de la melodiosa voz de Pablo Milanes. Lo que me ha producido una melancolía que, aunque a algunos les pueda parecer absurdo, a mi me ha resultado placentera.

Mi soledad se siente acompañada
por eso a veces se que necesito,
tu mano,
tu mano,
eternamente tu mano.

He recordado su pelo negro, lacio y liso como la crin de aquel caballo al que mi tío me dejaba alimentar en el pueblo; sus grandes ojos castaños y almendrados que saltaban vivaces al objeto de su atención; sus labios carnosos y rosados que mi imaginación recreaba dulces y refrescantes; su piel morena cuando íbamos a la piscina, que parecía bañada en una suave capa de barniz; su escote terso y generoso cuya visión podía regar de testosterona toda la sangre de mi cuerpo; y sus piernas moldeadas, que acababan en unos glúteos firmes y altivos por los que las faldas caían dejando un precioso escalón antes de asomarse al abismo.

Cuando te vi sabía que era cierto
ese temor de hallarme descubierto.
Tú me desnudas con siete razones
me abres el pecho siempre que me colmas.
De amores
de amores,
eternamente de amores.

Desde los once años hasta los dieciséis, estuve enamorado de ella. Viéndola en el grupo de iglesia con el que iba de campamento y en el que cada sábado nos reuníamos para hacer un uso positivo del tiempo libre. Tres fueron las ocasiones en que la dije que estaba enamorado, una de ellas escudado en la cobardía de una carta, y en las tres me encontré con un no por respuesta. Pese a ser amigos, la mirada en la que el otro radia un aura especial fue unidireccional, lo que hizo que Yolanda pasará a convertirse en lo que todos conocemos como un amor platónico. Un sueño tan cercano que podías ver como se esfumaba al intentar agarrarlo con las manos.

Si alguna vez me siento derrotado
renuncio a ver el sol cada mañana.
Rezando el credo que me has enseñado
miro tu cara y digo en la ventana.

Pero si bien es cierto que no conseguí un mísero beso de esos labios tan anhelados, esos cinco años fueron vitales en formar ideas que hoy son parte de lo bueno y malo que soy. Pude sentir el cariño sincero de mi amigo Oscar, que no dudo un segundo en mandarla a dar un paseo cuando esta se le declaro, y que mostro a mis ojos la verdadera dimensión de la palabra amistad. Y es que aun hoy me emociona pensarlo, ya que Yoli era un valor cotizado entre las febriles mentes adolescentes que habitaban en el barrio de las margaritas. Aun así Oscar dejo que ese tren pasara para otros, y me puso a mí por encima de todo, aunque yo le hubiese dicho, con la boca pequeña eso sí, que entendería su decisión.

Yolanda
Yolanda,
eternamente Yolanda.

Otra idea que se formo en mí fue la del amor romántico, el amor febril que te hace soñar y te aleja de la absurda cotidianeidad del día a día. Una idea que aun hoy me guía, pese a haber quemado ya algunas naves. Sueño con la llegada de esa mujer que sea musa en mi interior. Me reconforto en mi cursilería y cada vez apuesto menos fichas en partidas donde lo único que pones en juego son emociones que luego dejan una sensación de frio y vacio. Guardo mis emociones para la jugada maestra donde apostare el todo para ganar a mi musa. Todavía hoy miro con los mismos ojos con los que contemplaba a Yolanda cuando transitaba por la edad del pavo. No sigo enamorado de la Yolanda real, ni siquiera sé que habrá sido de ella, pero aun creo en la princesa que reino en mi cabeza y que alguna vez descubro en otros ojos. Esos ojos eternos que ayer se mezclaban con los mios y con el dulce sabor del ron.

Yolanda,
eternamente Yolanda,
eternamente Yolanda.

http://www.youtube.com/watch?v=l0Neh3eJaig

No hay comentarios:

Publicar un comentario